Los motivos por los que consulta una persona de forma voluntaria a un psicólogo (la gran diferencia con los adolescentes y niños) pueden ser infinitos, aun así todos ellos tienen en común el sufrimiento elevado que provoca y la dificultad o imposibilidad de resolverlos por sí mismos.

La paradoja es, que precisamente a los adultos, nos cuesta más pedir ayuda. Ya que sobre el papel, se supone que deberíamos ser “autónomos” y capaces de resolver a solas nuestros propios problemas. Sin embargo, ¿Quién dijo que ir al psicólogo no es precisamente eso, un intento de solución?

Desde algunas concepciones teóricas, todos los problemas que tenemos a nivel psicológico son problemas de adaptación. La persona no consigue adaptarse al contexto que le toca vivir, y por ello “enferma”. O bien no puede cambiar su situación exterior o salir de ella, o bien no puede asumir la imposibilidad real de cambiarlo (por ejemplo, una muerte).

La rigidez es la característica común en todo problema de adulto. Y la complejidad del ser humano esencial. No somos solo mente o cuerpo. Somos mente, cerebro y cuerpo. Somos un sistema integrado que funciona de forma integral, no separada.